Desde
2008 el tema recurrente en todos los foros, desde los económicos
hasta los domésticos es “la
crisis”. Desde
que la gran mayoría de nosotros tenemos uso de razón no oímos
hablar de otra cosa que crisis, a nivel mundial, nacional, autonómico
y en nuestras familias.
Se me ocurre hurgar un poco para saber si esto es un
invento nuevo del siglo XXI o se trata de una maldición bíblica a
la que estamos sometidos los humanos por el mero hecho de serlo, y he
aquí que descubro que la actual situación de depresión mundial no
ha sido la primera ni por desgracia será la última.
Allá por el siglo XVIII Adams Smith hablaba de ciclos
económicos como una sucesión de caídas y auges de la economía a
lo largo de un periodo de tiempo, de forma que el crecimiento
económico no se dibuja como una línea continua, así a una época
de crisis le sigue una etapa de crecimiento.
Retrocediendo en el tiempo me doy de bruces con la
crisis de 1929 que nace, en principio en Estados Unidos, con un
hundimiento de la renta per cápita, de los ingresos fiscales, los
beneficios y los precios. El desempleo creció hasta límites
insostenibles y como consecuencia el empobrecimiento de la población.
Esta situación se extendió por todos los países y se mantuvo
hasta la década de los cuarenta, siendo el periodo de crisis mas
largo conocido.
Actualmente, ya son seis años los que padecemos una
situación que guarda muchas similitudes con aquella. Ambas se
produjeron básicamente por los mismos motivos, un crecimiento
desmesurado que provocó una gran confianza de los inversores para
obtener dinero fácilmente y un incremento espectacular del crédito,
debido a la falta de percepción del riesgo por ambas partes:
inversores y entidades bancarias, los primeros presa de una alegría
consumista (a crédito) y los segundos ante la perspectiva de pingües
beneficios.
La crisis del 29 se desató por la gran especulación
bursátil, muchos ciudadanos invirtieron en bolsa con dinero prestado
ante la expectativa de grandes beneficios debido a que la Reserva
Federal bajo los intereses hasta el 1% con lo cual los bancos
prestaban con intereses muy bajos y en la actualidad la causa ha sido
la especulación inmobiliaria, las llamadas hipotecas subprime o
hipotecas basura, concedidas a clientes de alto riesgo, sin capacidad
de devolver el crédito concedido, ante la certeza de que con la
vivienda adquirida en caso de impago cubrirían la deuda, incluso con
beneficios; pero estas expectativas se han caído por su peso. La
caída del precio de la vivienda ha puesto en situación muy
comprometida a muchas entidades bancarias, incluso las han llevado a
la quiebra.
Ambas situaciones me hacen pensar que la cautela en el
manejo de las finanzas, a todos los niveles, familiar, de las
administraciones, de las entidades bancarias, etc., el alejarse de
alegrías que no se sustentan en realidades tangibles, lleva o puede
llevar a una euforia colectiva que desemboca en estas recesiones.
La situación actual para la resolución de la crisis
difiere mucho de la que se daba en 1929; podemos decir que la
globalización de los mercados provoca que las soluciones que se
adopten sean a la vez globales, al contrario que en la anterior
crisis en la que cada país adoptó sus propias medidas, además los
mecanismos de intervención de los Estados para regular el sistema
financiero actualmente se suponen más eficaces, ya que existen
herramientas suficientes para, al menos, atenuar las consecuencias y
evitar el desplome de las economías.
Bien, llegados a este punto, parece que a día de hoy,
si bien los “brotes verdes” no se perciben por la gente de a pie,
que sigue sufriendo todo tipo de recortes, si se vislumbra un
horizonte al menos no tan desalentador.
Para finalizar, unas últimas reflexiones: el retroceso
en el Estado del Bienestar provocado por la actual crisis no me
parece que se pueda recuperar en muchos años (si se recupera) y como
consecuencia de ello, esta generación que estamos preparándonos
para acceder al mercado laboral, hemos de plantearnos cambiar las
concepciones asumidas hasta ahora, ya que para lograr nuestras metas
hemos de invertir mayor esfuerzo y desarrollar nuevas capacidades
.
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Bibliografía:
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